El continente europeo, cuyas raíces cristianas se remontan, después de las de Tierra Santa, a los primeros siglos de la Historia a partir de la Encarnación de Cristo, fue el primer continente modelado por el Evangelio. Aquí encontramos el mayor número de los primeros santuarios dedicados a la Virgen María en el mundo. No hay ni una región de Europa que no tenga unas decenas (o a veces mucho más) de santuarios consagrados a la Virgen. Es difícil contarlos: cada nación posee miles, algunos de ellos muy famosos, otros reconocidos sólo a nivel local…
Fue Europa la que, durante su larga historia, hizo brillar la civilización cristiana en toda la tierra. En efecto, hasta los albores del siglo XXI, fueron los misioneros europeos los más numerosos en lanzarse para evangelizar el universo. También fue Europa la que le dio a la Iglesia la mayoría de sus grandes Doctores marianos (entre ellos San Alfonso de Liborio, San Bernardo de Claraval o San Luis María Grignion de Montfort).
Aunque durante toda su larga historia santa Europa fue visitada en numerosas ocasiones por la Virgen María, a partir del siglo XVIII este continente fue el escenario de apariciones de la Virgen, de alcance mundial: en Fátima, en Lourdes, en la Capilla de la Medalla Milagrosa en París, o en Banneux en Bélgica, sólo para mencionar algunas.
A principios del siglo XX, particularmente, este continente de “vieja cristiandad” conoció la era de los filósofos de la sospecha y de graves guerras fratricidas que contribuyeron en gran medida a descristianizar un buen número de su población. Pero desde el final del siglo XX, se inició dentro de las generaciones jóvenes una gran renovación espiritual, especialmente durante el pontificado del papa polaco Juan Pablo II, uno de los más grandes papas marianos de la historia de la Iglesia, quien confió no sólo su reino, sino también toda la humanidad del tercer milenio, en el cual entramos, a la santa Virgen María, con este lema:
“Totus Tuus”, o sea: ¡ “Todo Tuyo”!