"Mi forma de concebir la devoción la Madre de Dios ha sufrido una transformación. Si en otro momento estuve convencido de que Maria nos conducía a Cristo, en el presente comienzo a comprender que Cristo también nos conducía a su Madre" (J.P. II, "Mi vocación, Don y Misterio", Paris 1966)
Apenas electo Papa en Octubre de 1978, Juan Pablo II incluyó la letra "M" (María) en su escudo pontifical y añadió la divisia "totus tuus" ( "todo tuyo", según las palabras de la consagración mariana de San Luis María Grignon de Montfort, el célebre santo apóstol de la Vendée del siglo XVII, que fue uno de sus maestros espirituales)
"Peregrino de María"
En cada uno de sus viajes al exterior, Juan Pablo II ha siempre reservado una etapa a un santuario mariano o un tiempo de oración delante de una representación de la Virgen particularmente venerada en el país que le recibía (un autor italiano, Renzo Allegri, incluso ha titulado uno de sus libros "Juan Pablo II, peregrino de María")
Se sabe también el vínculo que ha unido la vida del Santo Padre y el mensaje de Nuestra Señora de Fátima: Juan Pablo II incluso ha declarado reconocerse en "el obispo vestido de blanco" descrito en el tercer secreto de Fátima, que ha develado después de su visita al santuario mariano portugués en marzo del 2000. Este "mensaje" de Fátima, transmitido a tres pastorcitos el 13 de mayo de 1917, y conservado secreto durante mucho tiempo, ha sido reconocido oficialmente por la Iglesia como venido de la Virgen.
El 13 de Mayo de 1981, "la mano de la Virgen" desvió la bala, salvando la vida del Papa
Según la visión de los pastores, el obispo "vestido de blanco" caía tras el disparo de un grupo de militares, justamente como Juan Pablo II, herido en la Plaza de San Pedro por el tiro del turco Mehemet Ali Agca el 13 de Mayo de 1981. El papa declaró que "la mano de la Virgen" había desviado la bala, salvándole la vida. El ha hecho engastar la bala que estuvo a punto de matarlo en una diadema que ahora corona la imagen de la Virgen de Fátima y ha ofrecido su cinturón manchado de sangre al santuario mariano polaco de Chestokova.
En señal de su devoción, Juan Pablo II también dejó en estos dos santuarios, como en los de Aparecida en Brasil y Guadalupe en México, la "rosa de oro" que, en la iconografía cristiana, es el cáliz que recoge la sangre de Cristo o el símbolo de sus llagas. El ofreció una a la Virgen de Lourdes el 14 de agosto, después de haber bebido un trago del agua que brota de la fuente de la Gruta de Massabielle. La rosa de oro es en realidad un pequeño ramo de rosas, realizado por orfebres italianos en oro y piedras preciosas, en el cual la flor central resguarda una copa de bálsamo y abelmosco benditos.
Los santuarios marianos: "como oasis en el desierto", dijo Juan Pablo II
El atentado de 1981 y el tercer secreto de Fátima reforzaron la devoción de Juan Pablo II a la Virgen, que se remonta a su infancia. Le fue inculcada primero por su madre, muerta cuando él tenía 9 años, después por su padre y por sus maestros espirituales. Al evocar los orígenes de su vocación sacerdotal, Juan Pablo siempre citó "la veneración a la Madre de Dios". Durante toda su vida, Karol Wojtyla visitó centenares de santuarios consagrados a la Virgen. Cerca de unos 500, según los cálculos de Renzo Allegri:
"Los santuarios marianos repartidos por el mundo son como los mojones colocados para marcar los tiempos de nuestro itinerario en la tierra. Ellos nos conceden una pausa en el viaje, como el oasis en el desierto, para devolvernos el gozo y la seguridad en el camino, y la fuerza de seguir hacia adelante ", ha escrito el Papa.
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(Source AFP 2004-08-07)
Equipo MdN