María aceptó ser madre.
Advertimos qué íntima relación hay entre estos dos gestos: el de aceptar nuestra realidad, con las posibilidades que encierra, y el de consentir a una misión divinamente dada.
Si no acepto la vida, ¿cómo podré hacerla fecunda ante Dios?
Si no acepto las mimbres de que estoy hecho, ¿qué tesoro podrá depositar Él en mí?
María aceptó la vida, y aceptó su verdad de mujer; así pudo Jesús ser fruto de su vientre. Ella nos dice: "acéptate, acepta tu condición".
No todo acaba cuando se ha dado a luz.
Bien saben las madres que no todo acaba cuando se ha dado a luz.La esposa de José interviene en la formación humana de Jesús de múltiples maneras: con el contacto físico y con las llamadas, estímulos y advertencias expresas que le hace; con los gestos y las miradas; con los ritos religiosos reservados a ella en el šabbat; con la irradiación que mana de su presencia y actitudes, de la expresión de sus sentimientos, de sus conductas de cada día. Sin negar a José la especial misión que correspondía al padre en la educación religiosa del niño, podemos afirmar que también María inicia a Jesús en el rezo del šema', la oración que los judíos piadosos recitaban tres veces al día; y le enseña a observar las leyes de pureza ritual (en particular, el respeto cuidadoso de las normas sobre los alimentos prescritos, permitidos y prohibidos), a guardar el sábado, asistir a la sinagoga, conocer la Ley.
"Madre de Dios", "Theotókos".
Llamamos a María "Madre de Dios", "Theotókos". Era una forma apropiada para mostrar que Jesús no es sólo un hombre con el que está unida más o menos estrechamente la divinidad. No; Jesús es hombre, pero de él confesamos que es Dios.
Extractos de : Pablo LARGO DOMINGUEZ,
María, microcosmos de relaciones,
Ephemerides Mariologicae , Vol. 57, Nº. 1, 2007, pags. 67-100