El nombre de María se conoce por primera vez en América a finales del Siglo XV, con la llegada de los primeros navegantes y descubridores del Nuevo Mundo. En 1992 el Papa Juan Pablo II viajó a tierras americanas con el objeto de conmemorar el quinto centenario de su evangelización (1492). En efecto, en 1492 Cristóbal Colón arriba, sin saberlo, a las costas de la América Central. Desde la proa de su caravela, llamada por cierto la “Santa María” divisa el continente que será bautizado con el nombre de América.
La América Latina
Es sobre todo en América Latina (central y sur) donde primero se desarrolla la fe católica y la piedad mariana; ahora se conocen innumerables santuarios dedicados a la Virgen (en la mayoría de los casos bajo la invocación de “Inmaculada Concepción”) en esas tierras donde la multitud manifiesta un fervor impresionante y en la que acuden por millones a las citas con la Inmaculada Madre de Dios. Basta citar el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en México, para darse cuenta.
Hoy la Iglesia con frecuencia se complace en calificar al sub-continente latino-americano como el “Continente del Futuro”. Y son abundantes las vocaciones religiosas y sacerdotales que aquí se producen desde hace algunas décadas.
La América del Norte
En cuanto al sub-continente de América del Norte, este conoció la piedad mariana gracias a los misioneros españoles y franceses a partir del siglo XVI, especialmente en el Sur de los Estados Unidos y en Canadá.
Se dice que esos nombres les fueron puestos por un explorador portugués llamado Gaspar de Cortereal; pero se menciona también la aventura de Jacques Cartier, un navegador francés que partió de Saint Malo a explorar los mares del Norte, en un navío cuyo nombre era “María, Estrella del mar”, que llegó en 1534 aTierra Nueva y a la costa del Labrador y que en 1642 fundó la pequeña colonia de “Villa María” en el Canadá.
Desde finales del siglo XX una renovación del fervor católico y mariano
Muy pronto la Reforma protestante tomará la delantera en una gran parte de América del Norte y al mismo tiempo se erigirá bajo la égida de dirigentes de origen religioso de la Iglesia Reformada, la Federación de Estados Unidos de América. Constatamos, sin embargo, desde finales del siglo XX, una renovación del fervor católico y mariano en América del Norte, especialmente entre los jóvenes, gracias, por una parte, a la inmigración continua de una población de origen latino-americano y por otra parte debido al impacto de las visitas apostólicas del Papa Juan Pablo II.