Abordamos aquí una doctrina luminosa muy cercana a la vida de cada uno. Es una doctrina que exige precisión en la estructura del pensamiento.
La santidad de María viene del Espíritu Santo, y sitúa a María en la comunión de los santos (la Iglesia), María es el modelo de los pobres del Señor que reciben todo, incluida la santidad, como gracia de Dios.
La santidad de María es el fruto de la historia de la salvación, María es la hija de Sion, el residuo santo de Israel. María es también la nueva Eva frente a Cristo el nuevo Adán. (cf. Rm 5 ; Gn 3, 15).
Por eso el ángel Gabriel le dijo « regocíjate » (como a la hija de Sion) y « llena de gracia » (ya que María como Madre de Jesús es única, ella encierra algo de excepcional).
A partir de lo que sugieren las Sagradas Escrituras, la doctrina de la Inmaculada Concepción conoce una lenta maduración, desde la época patrística hasta Duns Scot quien supo expresarla como la perfección de la Redención.
En medio del entusiasmo de las multitudes católicas, en 1854, Pío IX proclama el dogma con la bula Ineffabilis Deus.
La Inmaculada Concepción siendo un dogma católico reciente, por la unidad de los cristianos resulta necesario reubicarlo en el diálogo ecuménico.
El concilio Vaticano II y los papas ulteriores, los santos y los teológos, y todo el pueblo de Dios, continúan reflexionando, contemplando y viviendo esta verdad.