En realidad, hay tantas formas de oración como de almas ya que toda oración establece un diálogo con Dios. Además, la oración puede ser oración de alabanza, de adoración, de petición. Hay una diferencia entre oración personal y oración pública, y al interior de estas dos grandes categorías hay muchas formas distintas, pues cada conversación con el Señor es única.
Entre las formas de oración pública hay que distinguir:
- La oración litúrgica (el culto público rendido a Dios) cuyo desarrollo se rige según normas que todos debemos respetar cuidadosamente (por ejemplo: las oraciones de la Misa, las de los ritos sacramentales y las del Oficio Divino, es decir, la Liturgia de las Horas que es la oración monástica por excelencia);
- La oración de adoración eucarística, que es una forma de oración conocida y practicada en la Iglesia desde siempre. Esta práctica, por otra parte, es a la vez común y personal; ya que la oración de adoración es frecuentemente propuesta en las parroquias, como un tiempo de recogimiento personal y silencioso delante del Santísimo Sacramento expuesto en el altar;
- la práctica de exorcismos, reservada a los ministros del culto, quienes han recibido de Dios poderes de discernimiento específico para llevarlos a cabo.
- Todas las formas de devoción popular que pueden variar mucho según las regiones, las costumbres, las culturas, pero entre ellas la más universal es la del Santo Rosario, sin olvidar la práctica de novenas y consagraciones personales.
De igual manera, según el estado de vida (religioso, laico consagrado, matrimonial, etc.) existen diferentes formas de oración y de votos públicos o privados, ligados a estos diferentes estados. Pero en definitiva, siendo la oración - en primer lugar – la respiración del alma de la criatura ligada a su Creador, Dios y Padre, de quien ella recibe su soplo de vida, toda oración es, primero y antes que todo, un diálogo íntimo y confiado con el Señor, nuestro Padre.
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Equipo MDN