Homilía de Juan Pablo II:
La Homilía de Juan Pablo II, en Chiquinquirà, el 3 de juilio de 1986, ofrece los criterios de comprensión de la consagración votiva que presentamos a continuación:
Juan Pablo II se sitúa en el plano de la nación: "La devoción mariana hace parte de vuestra alma nacional". (n. 5) y ve en la religiosidad popular, típicamente mariana, un doble potencial: de evangelización y de liberación social.
Un potencial de evangelización:
« María... acerca a todos los hombres a los misterios más sublimes de nuestra religión. » (n. 6)
Un potencial de liberación social:
La sentís cercana porque es Madre, pero también porque Ella "sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que confiadamente esperan y reciben de Él la salvación" (Lumen gentium, 55). Pero además, con una intuición profunda, sabéis que en Ella se cifran también las esperanzas de los pobres porque el canto de la Virgen es el anuncio profético del misterio de la salvación integral del hombre. "Ella nos muestra que es por la fe y en la fe, según su ejemplo, como el Pueblo de Dios llega a ser capaz de expresar en palabras y de traducir en su vida el misterio del deseo de salvación y sus dimensiones liberadoras en el plano de la existencia individual y social" (cf. Congr. para la Doctrina de la Fe, Libertatis Conscientia, 97). "El Señor derriba a los potentados de sus tronos y enaltece a los humildes" (cf. Lc 1, 52).
Un potencial de paz y de justicia:
Ante la situación de violencia socio-económica y militar que desde hace algunas décadas golpea a los campesinos colombianos, el Papa dice que nos da a Jesús como el "Príncipe de la Paz" (n. 7), una paz asociada a la "justicia y al derecho" (n. 8). Y agrega: «El reinado de Cristo, al que ha abierto el camino el "fiat" de María, es la actuación del plan salvífico del Padre en la justicia y la paz; la paz nace de la justicia, esa justicia que tiene en Dios su principio firme y supremo» (n. 8).
Hacia el final de su homilía, Juan Pablo II lanza una grave advertencia sobre la manipulación de la devoción a la Virgen María, no se la puede tomar:
- "ni como freno a las exigencias de justicia y prosperidad".
- "ni como recurso para un proyecto puramente humano de liberación que muy pronto se revelaría ilusorio". (n. 9).
Y refiriéndose una vez más al Magníficat declara que «María asegura la victoria de los pobres y de los humildes; esa victoria que ya se refleja en su vida y por la cual todas las generaciones la llamarán bienaventurada (cf. Lc 1, 46-53). » (n. 9.)
Consagración votiva de Colombia
1. "Ave María"
¡Dios te salve María!
Te saludamos con el Ángel: Llena de gracia. El Señor es contigo. (cf. Lc 1, 28).
Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¡Bienaventurada porque has creído en las promesas divinas! (cf. Lc 1, 42. 45).
Te saludamos con las palabras del Evangelio: Bienaventurada porque has escuchado la Palabra de Dios y la has cumplido. (cf. Lc 12, 27).
2. ¡llena eres de gracia!
Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo.
Te invocamos, Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas de toda
la humanidad.
3. ¡EI Señor es contigo!
Tú eres la Virgen de la Anunciación,
Tú eres el Sí de la humanidad entera al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio
de la visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, nacido en Belén, la que lo mostraste a los sencillos pastores y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo, lo acompaña a Egipto, lo conduce a Nazaret.
Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Canáa.
Madre Dolorosa del Calvario y Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús en la espera y en el gozo de Pentecostés.
4. "Bendita"
porque creíste en la Palabra del Señor,
porque esperaste en sus promesas,
porque fuiste perfecta en el amor.
Bendita por tu caridad presurosa con Isabel,
por tu bondad materna en Belén,
por tu fortaleza en la persecución,
por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo,
por tu vida sencilla en Nazaret,
por tu intercesión en Canáa,
por tu presencia maternal junto a la cruz,
por tu fidelidad en la espera de la resurrección,
por tu oración asidua en Pentecostés.
Bendita eres por la gloria de tu Asunción a los cielos
por tu materna protección sobre la Iglesia
por tu constante intercesión por toda la humanidad.
5. "¡Santa María, Madre de Dios!"
Queremos consagrarnos a ti.
Porque eres Madre de Dios y Madre nuestra.
Porque tu Hijo Jesús nos confió a todos a ti.
Porque has querido ser Madre de esta Iglesia de Colombia y has puesto aquí en Chiquinquirá tu santuario.
Nos consagramos a ti todos los que hemos venido a visitarte en esta celebración solemne de los cuatrocientos años de la renovación de tu imagen.
Te consagro toda la Iglesia de Colombia, con sus Pastores y sus fieles:
los obispos, que a imitación del Buen Pastor velan por el pueblo que les ha sido encomendado, los sacerdotes, que han sido ungidos por el Espíritu.
los religiosos y religiosas, que ofrendan su vida por el reino de Cristo.
los seminaristas, que han acogido la llamada del Señor,
los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad de su amor con sus familias,
los seglares comprometidos en el apostolado,
los jóvenes que anhelan una sociedad nueva,
los niños que merecen un mundo más pacífico y humano,
los enfermos, los pobres, los encarcelados, los perseguidos, los huérfanos,
los desesperados, los moribundos.
Te consagro toda esta nación de Colombia de la que eres, Virgen de Chiquinquirá, Patrona y Reina.
Que resplandezcan en sus instituciones los valores del Evangelio.
6. "¡Ruega por nosotros pecadores!"
Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos.
Te pedimos por la Iglesia de Colombia, para que sea fiel en la pureza de la fe, en la firmeza de la esperanza, en el fuego de la caridad, en la disponibilidad apostólica y misionera, en el compromiso por promover la justicia y la paz entre los hijos de esta tierra bendita.
Te suplicamos que toda la Iglesia de Latinoamérica se mantenga siempre en perfecta comunión de fe y de amor, unida a la Sede de Pedro con estrechos vínculos de obediencia y de caridad.
Te encomendamos la fecundidad de la nueva evangelización, la fidelidad en el amor de preferencia por los pobres y la formación cristiana de los jóvenes, el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, la generosidad de los que se consagran a la misión, la unidad y la santidad de todas las familias.
7. "Ahora y en la hora de nuestra muerte."
¡Virgen del Rosario, Reina de Colombia, Madre nuestra! Ruega por nosotros ahora.
Concédenos el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios y rencores, la reconciliación de todos los hermanos.
Que cese la violencia y la guerrilla.
Que progrese y se consolide el diálogo y se inaugure una convivencia pacífica.
Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad.
Te lo pedimos a ti a quien invocamos como Reina de la Paz.
8. "¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!"
Te encomendamos a todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, a todos
los que han muerto en las catástrofes naturales, a todos los que en la hora de la muerte acuden a Ti como Madre y Patrona.
Sé para todos nosotros, Puerta del Cielo, vida, dulzura y esperanza,
para que juntos podamos contigo glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
¡Amén!
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Juan Pablo II, Oración de consagración,
Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá (Colombia)
Jueves 3 de julio de 1986